Fin de año en Sydney

¿Quién no ha soñado alguna vez con ver los fuegos artificiales que dan la bienvenida a un nuevo año en la bahía de Sydney? Año tras año, este deseo siempre se regeneraba cuando en los telediarios del 31 de diciembre, aparecían las imágenes del tremendo espectáculo de luces sobre el cielo de una de las primeras ciudades del mundo en dar la bienvenida al año nuevo. Este año nosotros por fin lo hemos logrado y ha sido toda una experiencia. Quizás nunca la habríamos imaginado así, pero bueno, de eso se trata, ¿no?. La imaginación y la realidad no siempre van de la mano.

El gobierno local de Sydney lleva años organizando uno de los espectáculos de nochevieja más conocidos en todo el mundo. De ahí que sean tan populares entre los turistas y todo el mundo anhele poder verlos alguna vez en su vida. Con un presupuesto de unos 7 millones de dólares este año y más de 7 puntos desde donde se disparaban fuegos, es verdaderamente uno de los acontecimientos del año en la capital de Nueva Gales del Sur. Evidentemente, tanta fama mediática conlleva un gran despliegue de turistas que ansían verlo en directo. Y aquí viene el meollo de la cuestión.

Llevábamos semanas investigando en la estupenda web que tienen creada para el evento, cual sería el mejor punto para verlos. Casi todos se abren temprano en la mañana, en ninguno permiten introducir alcohol o vidrio, pero eso sí, puedes comprarlo en muchos de los puntos a precios de Nochevieja australiana   Entre todos los puntos de visionado, a lo largo y ancho de la enorme e irregular bahía de Sydney, la mitad son gratuitos y la otra mitad de pago, es decir, hay que soltar money que varían, según la localización, para ver los fuegos (entre 40 y 200 dólares) . También hay infinidad de cruceros a precios todavía más altos, en los que incluyen cena, bebidas y por supuesto los fuegos (entre 150 y 500 dólares).

Tras mucho investigar y valorar puntos gratuitos, habíamos decidido ir a Mrs Macquarie’s Chair, en el jardín botánico, seguramente el mejor punto de vista sin soltar cantidades estratosféricas de dólares. Había que estar temprano el mismo 31 porque la previsión era que se llenase pronto, muy pronto. La cara que se nos quedó cuando descubrimos algunas quedadas que se estaban haciendo por internet fue similar a la de El Grito de Munch…La gente estaba quedando a las 12 de la noche del día anterior, para hacer colar y poder tener un buen sitio en el mismo punto que nosotros aspirábamos a ver los fuegos…

Para cerciorarnos de que no nos habíamos equivocado de evento y no se trataba de un concierto de Justin Bieber nos acercamos al jardín botánico la tarde del 30 y lo que vimos fue de película. A las 6 de la tarde ya había más de 200 personas haciendo cola para ver los fuegos. Con sillas, tiendas de campañas y toneladas de paciencia, me imagino. ¡Una odisea de 30 horas para dar la bienvenida al 2016!

¿Cómo acabaste el 2015? Esperando…

De ninguna manera. Esa no era la idea que teníamos asi que nuestro gabinete de crisis se puso a trabajar rápidamente y pronto encontramos una nueva opción, que según todos los indicios estaría menos llena: Blue point reserve. Un bonito lugar pegado a la bahía con vistas espectaculares en la zona norte de la ciudad y justo al lado del parque de atracciones Luna Park. Llegamos a las 12 de la mañana (del mismo 31, claro) y ya casi no cabía un alfiler. Todo el mundo estoicamente aguantando bajo un sol abrasador y propio de estas fechas en Sydney, protegidos por paraguas, toldos y tiendas de campañas. La imagen era dantesca y surrealista. Todavía faltaban 12 horas y aquello estaba más saturado que cualquier centro comercial en época de rebajas.

Tratamos de guiarnos por el sentido común y nos fuimos a un árbol con sombra y alejado unos 30 metros del mejor punto de visionado de los fuegos. Cuando cayera la noche nos moveríamos y de pie podríamos ver los fuegos. Así lo hicimos y así pasaron las horas. Entre picoteo, bocadillos y refrescos. Como no dejaban meter alcohol en el recinto (aunque a nosotros no nos controlaron lo más mínimo…) parecía más un picnic de colegio que una despedida de año pero lo pasamos bien. Descanso, juegos, risas, fotos, y poco a poco el imperante sol fue despidiéndose hasta el año siguiente.

Esa noche todas las estrellas se volvieron fugaces al amparo de la oscuridad

Las horas de espera no se hicieron interminables por todo el ambiente y lo animada que estaba la ciudad, pero sí que llegó a cansar estar allí tantísimo tiempo. A las 9 de la noche llegó el primer aperitivo con olor a pólvora. 8 minutos de grandes fuegos de artificio desde las diversas barcazas instaladas por toda la bahía a excepción del harbour bridge, que se reservaba para el plato fuerte de las 12.

¡Ánimo! Sólo quedaban 3 horas más para despedir el año. El entorno se llenaba ahora de tubitos fluorescentes y todo tipo de formas llenas de viscosas sustancias radioactivas y tóxicas que iluminaban las caras y vestimentas de los pacientes espectadores.

Un minuto antes de las 12 y con una enorme cuenta atrás ya iniciada en las torres del puente, nos dimos cita con nuestra tradición hispana de comer 12 uvas. Descubrimos que en Chile y México también la llevan a cabo y de la mejor forma que pudimos, seguimos las campanadas virtuales de una aplicación móvil para Android…respetando el carillón y los cuartos, como manda la tradición.

¡¡¡Feliz 2016!!!

Así comenzó el espectáculo más esperado en la bahía de Sydney. Y qué queréis que os cuente…¡Fueron 12 minutos lo que duró! Algunos de ellos de una belleza sublime y verdaderamente impresionantes. La capacidad de lanzar y sincronizar a la vez tal cantidad de fuegos, hacerlo sobre el simbólico y enorme Harbour Bridge y combinarlos a través de sus arcos, tuvo una fuerza bestial en algunos minutos. Un entorno tan bonito con unos estallidos de luz y color sobrecogerían a cualquiera, pero fueron eso, 12 minutos…

Después de 12 horas de espera, las expectativas creadas eran tan altas que a mí personalmente me defraudó. Más tarde, hubo que sumar 2 horas más para conseguir salir de esa lata de sardinas.

¿¡¿¡Tanto tiempo de espera para 12 minutos…?!?!

Será que con tanto viaje o con la edad he perdido el misticismo de los momentos simbólicos, de los entornos famosos y legendarios o del jolgorio colectivo desmesurado, pero me resultó frustrante una espera tan larga para un resultado tan escueto. Justificar además tanto tiempo para tan poco me hace reflexionar y pensar que disfruto más de cada minuto que paso tomando un café con Cristina o con cualquier buen amigo que de esos 12 minutos que en realidad fueron largas horas. .

Pero es que encima los fuegos que programan el 15 de Agosto en Almuñecar duran 40 minutos…o los que hay en la semana grande de San Sebastián…o del concurso de castillos de las fallas valencianas…mejor ni hablar. Y en ninguno de esos sitios hay que esperar como si no tuviéramos nada mejor que hacer en nuestras vidas. No quiero ni pensar en los angelitos que estuvieron desde las 6 de la tarde del día anterior…

Ahora también entiendo por qué la mayoria de australianos a los que había preguntado los días previos, me decían que los veían por la tele. Se puede beber lo que uno desee sentado en casa sin bulla, apreciar toda la belleza del momento con una realización multicámara (in situ, en realidad ves 2-3 puntos a lo sumo de fuegos) y mucho, muchísimo más a gusto.

En fin, un año nuevo comienza. Una nueva experiencia que si no hubiera hecho nunca, seguramente me empeñaría en realizar, pero que una vez terminada, no creo que vuelva a tener ganas de hacer (¡salvo que sea en un lugar de pago y llegue 1 hora antes!)

¿Fue bonito? Sí. ¿Lo volvería a hacer? No lo creo.